Los saxofonistas

By Burbulina


Caía la noche y decidí tomar aire fresco. Como suele, la ciudad estaba casi vacía y el viento era reconfortable. El N2 al cruzar la calle me rozo la oreja y asustado me senté en la plaza. Me tomé unos minutos para observar unos hombres que peleaban por una frazadita; niños arropados con su madre; abuelas arrugadas mirando de reojo la vida pasar.
Apareció de sorpresa un anciano. Vestía de trajecito mal que mal arreglado y me preguntó:

— ¡Joven! ¿Es verdad que toca usted el saxofón?
(Abrí los ojos lo más que pude) ¿Cómo sabía?
— ¿Y? ¿Qué me dice?
— Si, es verdad…

El anciano sonrió seguro y se sentó a mi lado.
— Escuche hombre, deje de mirar a esa paloma, usted y yo nos haremos millonarios!

Lo miré y me reí. El rió conmigo y no pareció molestarle.

—Bueno! Ya está! Dijo y se puso serio. La risa rompe el hielo, la paloma entretiene, pero para trabajar es mejor un clima serio.
—Pero… Nosotros no somos nada ¿De qué trabajo me está hablando?
— Te busqué por cielo y tierra, y ahora que te encontré no te voy a dejar tan fácil…
—¿Pero quién sos?! Le dije casi gritando.
—Soy Alberto, tengo 66 años. Me gano la vida tocando el saxo en las peatonales pero mi vecina tiene razón en que necesito un compañero, así cuando me quedo sin aire no se nota, vió?
— ¿Pero usted pretende que me ponga a tocar el saxo con usted aquí mismo?

-No, aqui no, en la peatonal, mañana a primera hora. (Dijo con un brillo en los ojos que me enterneció)
— Está bien “Alberto, aquí me tendrá. ¿A qué hora recomienda?
— Mañana a partir de las ocho al frente, duermo ahi.
— No! ¿Cómo va a dormir en ahi en frente? ¿Está loco?
— Ay chiquito, estás hablando con el hombre de piedra (ríe) ¿Tenés idea de cuantos años hace que vivo solo acá? Veintiún años y ni un resfrío me encontrás ¿Qué tal?
— Mi socio no va a dormir en la calle, venís conmigo. Mi casa es pequeña pero vamos a andar bien o por lo menos mejor.
(Me miró sin saber que decir y en muestra de aceptación me tomó por el hombro)
Vamos, le dije.
Empezamos a caminar pero la intriga pudo más y pregunté:
—Como sabe usted que toco el saxofón?
— Es instinto. Un saxofonista sabe muy bien cuando está en presencia de otro. ¡Hay una conexión increíble!
Fruncí de hombros y seguí caminando.
Por atrás venía Alberto con una mochila y su saxofón que permanecía intacto. Cuando llegamos le hice un té caliente y le indiqué donde dejar las cosas.
—Alberto, quiero que pongamos desde ya algunas normas de convivencia. El orden y la limpieza son fundamentales, en las comidas se respeta el horario, ¿Si?
—Si, no se preocupe ¿señor? ¿Su nombre es?
—No importa mi nombre.
— ¡Como que no importa! No pretenderá que lo llame patrón, patroncito toda la vida no?
— Está bien. Mi nombre es María.
-Lindo nombre ¡Pfff! ¿No le parece mejor que lo llame homosexual?

Maria ríe pero se siente tocado y aclara:
—Toda mi infancia soportando cargadas. Docenas de psicólogos, rechazos permanentes de las mujeres que reían para terminar de patearme y quebrajarme el corazón. Todo por un nombre. Cinco letras que arruinaron mi existencia y heme aquí con un anciano que apenas pueden mover sus dedos para coordinar al “do-re-mi” y aun no sé que clase de persona és…
Así es mi vida ¿Lindo nombre? No joda!
El silencio se hizo presente hasta que el microondas lo espantó con su alarma.
—¿ Te gustan las milanesas? Contestá!
— Si, por supuesto señor.
A la mañana siguiente Alberto no estaba, tampoco sus cosas. Maria apenas preocupado, preparo un té y se tiró en el sillón a ver la podrida tele de la mañana ,cuando de pronto lo sobresaltó el teléfono.

-Hola…

-Hola, Maria, soy Alberto!

-Alberto, de donde me llama?

-Estoy en la estación, en un teléfono público, lo llamaba solo para avisarle que no voy a estar por dos semanas. Hablé con mi hija y me voy a pasar unos días con ella, recién separada, pobrecita.

-Bueno, bueno, gracias por avisar.

-Quería, si se puede, pedirle un último favor.( Aclaró el viejo con voz temblorosa )

-Dígame...

- Mañana reempláceme! Por el tiempo que yo no esté alegre las peatonales y cántele a las viejas coquetas que seguro se sonrojaran!

-Está bien, voy a estar mañana mismo.

-Gracias jovencito!

Maria cortó el teléfono y aun con su mano apoyada en el tubo pegó una pitada al cigarrillo. Ni él era saxofonista ni el viejo estaba cuerdo.



0 comments so far.

Something to say?